Devocionales para hombres - 2017
“Formando hombres de Dios que sean valientes, responsables, proactivos y espirituales”.
El cambio requiere trabajo
2 Timoteo 2:3-6 dice “Tú, pues, sufre penalidades como buen soldado de Jesucristo. Ninguno que milita se enreda en los negocios de la vida, a fin de agradar a aquel que lo tomó por soldado. Y también el que lucha como atleta, no es coronado si no lucha legítimamente. El labrador, para participar de los frutos, debe trabajar primero.”
Hombres de Dios, Él nos llama a ser sus soldados. Cuando alguien se incorpora al ejército, va a pasar mucho tiempo de duro entrenamiento fuera de su casa hasta que al fin puede hacer una rápida visita al hogar. Luego otro tanto en los campos asignados. Su vida está entregada al ejército. No puede ser soldado y además un gerente de Banco. No. Debe estar definido. O es soldado o no lo es. 24/7. Totalmente comprometido.
No se puede ser soldado de Cristo por dos horas al día. Imposible. Son las 24 horas completas. Se vive, duerme, come, trabaja, comparte, sirve, siempre para Cristo. Es un compromiso total.
También somos llamados “atletas de Cristo”. El símbolo es importante porque es bien sabido que un atleta debe ser autodisciplinado. No puede comerse un buen asado argentino antes de competir en una maratón. Los entrenamientos diarios son duros, requieren de su máxima entrega, esfuerzo, sudor, constancia. Si llueve hay que seguir entrenando. Para Cristo es igual. Debemos mantener nuestra propia disciplina. El Espíritu Santo nos ayuda con el fruto de la templanza o dominio propio.
No podemos hacernos trampas a la hora de ser autodisciplinados. Debemos luchar legítimamente. ¡Cuántos atletas de los juegos olímpicos han sido despojados de sus medallas porque las pruebas de dopaje dieron positivo! No se puede hacer trampa. Tarde o temprano la verdad sale a luz.
Y por último, Pablo nos llama “labradores de Cristo”, con la idea de que antes de participar del fruto, hay que trabajar duro. No se puede cosechar sin haber sembrado antes. Tampoco se puede esperar un buen fruto si no se ha cultivado, cuidado la tierra y haberla mantenido humedad para el buen crecimiento de la planta. Comer del fruto será resultado de un trabajo previo.
Hombres de Dios, ya estamos en el campo. Dios nos ha dado su semilla y debemos sembrarla. El campo son los que nos rodean. Están desesperados por una Palabra viva que les transforme y que encuentren el propósito de vivir para Cristo.
Soldado, atleta y labrador, Cristo te ha señalado el camino. Y muy pronto los resultados se verán. Espera el tiempo de Dios y mantente unido al que te ha llamado.
Pablo Giovanini
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Críticas constructivas vs. críticas destructivas
¿Qué es lo que dicen de ti? ¿Es verdadero o falso? ¿Cómo tomas tú las críticas de los demás?
Cuando sacamos afuera nuestra hombría decimos que lo que dicen los demás no nos afecta. Pero interiormente puede estar provocando una explosión nuclear.
Lo que dicen los enemigos no lo consideramos. Lo que dicen los desconocidos tratamos de hacer oídos sordos. Lo que dicen nuestros seres queridos puede alentarnos o desanimarnos. Prestamos mucha atención a lo que dicen las personas que más queremos.
Un hombre de Dios sabe distinguir entre una crítica destructiva que viene de personas que solo quieren hacernos daño, y una crítica constructiva que viene de las personas que nos aman y desean lo mejor para nosotros.
La crítica destructiva parece salir del mismo infierno. Tiene el propósito de hacernos sentir mal, culpables, menospreciados… y al fin, destruidos. El diablo tiene muchos emisarios, muchos embajadores infiltrados. ¡Cómo se goza el diablo cuando nos ve que hemos hecho caso a sus ataques!
A las críticas ofensivas negativas que solo buscan destruirnos, hay que dejarlas pasar. Dice Proverbios 19:11: “La cordura del hombre detiene su furor, y su honra es pasar por alto la ofensa.”
Sin embargo, la crítica constructiva es necesaria para formar al hombre de Dios. Haríamos muy bien en tener un corazón dócil y sensible para percibir cuando lo que nos están diciendo tiene el propósito de que lo tomemos como un punto de referencia para seguir siendo transformados.
Dice el Salmo 145:5: “Que el justo me castigue, será un favor, y que me reprenda será un excelente bálsamo que no me herirá la cabeza…”
Cuando la crítica viene de una persona madura y espiritual, debemos reconocerla como positiva y constructiva.
Proverbios 10:17 dice que el “camino a la vida es guardar la instrucción; pero quien desecha la reprensión, yerra”. Cuando nos exhortan debemos ser agradecidos, porque a través de esa reprensión podemos corregir el rumbo y ser perfeccionados.
Santiago 1:19-21 dice: “Por esto, mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse; porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios. Por lo cual, desechando toda inmundicia y abundancia de malicia, recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas.”
Un hombre de Dios sabe escuchar un consejo, una reprensión, una crítica, y permitir que el Espíritu Santo use esa palabra para seguir siendo formado a imagen de Cristo.
Pablo Giovanini
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El fracaso necesario
Un hombre de Dios define las cosas según lo que dice Dios. Hay diferencias de significados entre lo secular y la perspectiva divina. El significado del fracaso para el mundo contemporáneo es aplastante, determinante, definitorio, humillante. Sin embargo, Dios nos quiere enseñar que Él tiene otra forma de entenderlo. Cuando Dios tiene el control de nuestras vidas, lo que parece un fracaso es el paso necesario para prepararnos para el éxito desde la perspectiva de Dios.
Tomemos el caso de Moisés. Para los egipcios era un fracasado. Para los hebreos también. Para Dios no. Él permitió diversas situaciones en su vida para formarlo.
Moisés había sido enseñado en las mejores escuelas de Egipto. Fue llamado hijo de la hija de faraón. Posiblemente un aspirante al trono de Faraón. Nada le faltaba. Tenía lo que quiere Harvard para sus estudiantes, era el prototipo que se encamina hacia el éxito. Sin embargo, un día supo que su verdadero pueblo era el esclavo y todo cambió para siempre.
Cuando Moisés tuvo unos 40 años y entendió que él mismo pertenecía al pueblo de Israel, trató de actuar a su manera y le salió mal, muy mal. Preste atención a la historia en Éxodo 2:11-15: “En aquellos días sucedió que crecido ya Moisés, salió a sus hermanos, y los vio en sus duras tareas, y observó a un egipcio que golpeaba a uno de los hebreos, sus hermanos. Entonces miró a todas partes, y viendo que no parecía nadie, mató al egipcio y lo escondió en la arena. Al día siguiente salió y vio a dos hebreos que reñían; entonces dijo al que maltrataba al otro: ¿Por qué golpeas a tu prójimo? Y él respondió: ¿Quién te ha puesto a ti por príncipe y juez sobre nosotros? ¿Piensas matarme como mataste al egipcio? Entonces Moisés tuvo miedo, y dijo: Ciertamente esto ha sido descubierto. 15Oyendo Faraón acerca de este hecho, procuró matar a Moisés; pero Moisés huyó de delante de Faraón, y habitó en la tierra de Madián.”
Póngase en lugar de Moisés y piense lo que él hubiera pensado: ¿Por qué Dios no me ayudó si yo lo único que quería era ayudar a Su pueblo? ¿Cómo es que de las cosas buenas nadie se entera, pero hago algo mal y todo el mundo lo sabe? ¿Para qué Dios permitió que me preparara en el palacio del faraón si ahora no me sirve para nada? ¿Qué voy a hacer ahora, no puedo volver al palacio porque me matarían, no puedo ir al pueblo hebreo porque no hay seguridad? Así es que Moisés no tuvo otra salida que huir.
Desde los cielos, ese gran fracaso fue el primer día de la preparación ministerial de Moisés. Tuvo que renunciar a todo para comenzar de nuevo, ¡a los cuarenta años!
Hebreos 11:27: “Por la fe (Moisés) dejó a Egipto, no temiendo la ira del rey; porque se sostuvo como viendo al Invisible.”
El primer paso del fracaso al éxito es tener a Dios como el único Sostén de nuestra vida. Es Invisible, pero ahí está, su Presencia está con nosotros en todo tiempo y en todo lugar. Ya no dependo de mis estrategias, mis formas, mis maneras, mis artimañas, ahora dependo del Invisible y su guía para mi vida. Esto requiere ni más ni menos que lo esencial: fe. Dejar de lado la comodidad, el confort, el placer, las riquezas, los títulos, y lanzarse a la aventura de la fe.
Dios se tomó su tiempo para formarlo, ¡otros cuarenta años! Solo espero que no se tarde tanto con nosotros… Estoy convencido que cuanto más dóciles seamos, más rápido Dios completa su proceso. Cuanto menos cosas debemos abandonar, más fácil se nos hará la entrega. El secreto es darle todo a Dios y esperar en Él sabiendo que sus tiempos son perfectos. Mientras tanto, recuerda que Dios te conoce, y tiene lo que necesitas para saber esperar con paciencia, expectativa, y haciendo tu parte con responsabilidad.
Dios tenía una nueva etapa para Moisés por otros cuarenta años. ¡De hecho fueron los mejores años de su vida! Llevó a Israel de Egipto a las puertas de la tierra prometida.
¿Te sientes hoy fracasado? ¿Tienes proyectos estancados que no avanzan? ¿Parece que todo te sale mal? ¿Las respuestas no vienen y todavía hay que esperar? Dios tiene las respuestas en su tiempo. Está formándote para usarte en una próxima etapa de éxito, pero desde su perspectiva. Dios cambia los fracasos en victorias desde el mismo momento en que comienzas a sostenerte viendo al Invisible.
Pablo Giovanini
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El verdadero ayuno
Cuando un hombre de Dios está necesitando una respuesta del Cielo, muchas veces tendrá que dejar muchas cosas de lado por escuchar y concentrarse en la voz del Señor, incluyendo la comida. En palabras bíblicas, es el principio del ayuno.
Según el diccionario bíblico, ayunar es “un ejercicio espiritual en el que un individuo o una comunidad se abstienen de comida”.
En el Antiguo Testamento encontramos que el pueblo de Dios muchas veces hacia ayunos en el año. Cuando pasaban por duelos, lutos, tristeza profunda, más allá del hecho de que estas situaciones no nos dan deseos de comer, lo hacían para expresar lo que sentían y tomar tiempo para tener fuerzas y consuelo en Dios (Jue 20:26; 1 S 31:13; 2 S 1:12; 12:16–23).
Otras veces cuando expresaban un sincero arrepentimiento por haber pecado contra Dios, humillación y penitencia lo expresaban también con ayunos (1 S 7:6; 1 R 21:9–27: Jer 14:12; Jon 3:5; Esd 8:23; Neh 9:1; 2 Cr 20:3; Jl 1:14; 2:12; 2:15; Dn 9:3; Sal 35:13; 69:10; 109:24). Cabe mencionar que esto era antes del sacrificio de Cristo, porque ahora lo único que Dios demanda para ser perdonados es sincero arrepentimiento de corazon y fe en Su obra.
Cuando tomaban un tiempo especial para buscar a Dios por una respuesta específica, dejaban de lado la comida para enfocarse en la respuesta. Lo vemos en el caso de la reina Ester pidiéndole a su pueblo que ayunara para hallar gracia (Est 4:3).
Dios le mandó a todo el pueblo de Israel a ayunar en el día de expiación. Incluso este día pasó a llamarse el “día del ayuno” (Jer 36:6; Hch. 27:9). Los días de ayuno comenzaron a ser más frecuentes y en Zac 8:19 vemos que ayunaban cuatro veces al año para recordar cómo Dios había liberado al pueblo de eventuales desastres.
Los judíos más religiosos ayunaban hasta dos veces por día, actos que habían nacido en la necesidad de estar en la presencia de Dios, y que al fin terminaron transformándose en manifestaciones meramente externas de piedad pero sin la motivación correcta. Isaías habla específicamente en el capítulo 58 contra las personas que le demandaban a Dios que hiciera lo que ellos querían porque habían ayunado. Aquí Dios les dice que también deberían incluir en la disposición de su corazón las acciones de justicia social, ayuda al pobre, hacer lo correcto frente a las necesidades de los hermanos.
Muchas veces el ayuno no era programado. Cuando de pronto aparecía la necesidad, inmediatamente comenzaban a ayunar. Es el caso de Nínive al escuchar la advertencia de Jonás que en cuarenta días Dios les iba a destruir (Jonás 3:5-9).
En el Nuevo Testamento encontramos que muchas personas, como Ana, hacían constantemente ayunos y oraciones (Lc 2:37) sirviendo en el templo. Los discípulos de Juan el Bautista ayunaban (Mc 2:18). Jesucristo ayunó (por lo menos se menciona una vez) cuarenta días y cuarenta noches antes de la tentación (Mt 3:2). También el centurión romano Cornelio ayunaba (Hch 10:30), en Antioquía ayunaban (Hch 13:2–3), los apóstoles ayunaban (Hch 14:23).
El Señor Jesús enseñó que cuando se ayune, se recuerde que el enfoque debe ser Dios y no las apariencias (Mt 6:16–18). No debemos ayunar para ser vistos y reconocidos como súper espirituales, sino para buscar el rostro de Dios y esperar sus respuestas, porque “cuando el esposo sea quitado, entonces ayunarán”.
En cuanto al tiempo de ayuno, no hay una regla determinante para hacerlo. Encontramos en la Biblia que a veces se hacía durante el día hasta el anochecer, otras veces tres, siete, veintiún días, y hasta cuarenta días.
¿Qué se dejaba de comer en un ayuno? ¡Todo! No se menciona la Biblias que habían ayunos con pan, o con café, o con un sandwichito. Ni siquiera el caso de Daniel cuando por diez días comía legumbres es considerado un ayuno. Esto fue solo abstinencia a alimentos consagrados a los ídolos (incluso si había legumbres consagradas a la idolatría tampoco las hubieran comido). Si alguien tiene problemas físicos por ayunar, debe consultar a su médico para que le aconseje lo que es prudente para su cuerpo.
Tampoco la Biblia habla de ayunos de TV, ayunos de playstation, ayunos de ir al gimnasio… Esto más bien tiene que ver con entrega al Espíritu Santo para tener dominio propio, templanza, y saber utilizar los recursos que tenemos para la gloria de Dios.
Mucho menos hablar de ayunos de fornicación, de pornografía, de mentiras, de robos, de alcohol, de tabaco… Dios no quiere que ayunemos de estas cosas. ¡Dios quiere que matemos de hambre a la carne! Definitivamente para no pecar contra Dios y vivir en santidad. La santidad no es un ayuno, no es mera abstinencia. Es un estilo de vida que un verdadero cristiano disfruta por vivir en Su presencia.
El ayuno debe estar acompañado siempre con oración. De nada sirve hacer un ayuno de cuarenta días si no he pasado tiempo en oración. De hecho, es más importante la oración que el ayuno. Porque el ayuno ayuda o acompaña a la oración para que la búsqueda sea más intensa, con mayor enfoque, con mayor constancia, con mayor recuerdo permanente del propósito por el cual lo estoy haciendo.
El ayuno no es un sacrificio para tocarle el corazón a Dios. ¡Dios no necesita nuestros ayunos! Somos nosotros los que lo necesitamos. Dios siempre está dispuesto a escucharnos, respondernos y mostrarse como Padre todopoderoso. Como un predicador me enseño alguna vez: “No ayunamos para moverle el brazo a Dios, sino que cuando ayunamos, vamos a entender cómo quiere moverse Su brazo”.
Busca sinceramente el rostro de Dios. Espera en su presencia las respuestas. Los recursos vienen de Él. Si tienes que dejar la comida para buscarlo, entonces tienes un motivo para ayunar hasta ver la respuesta divina.
Pablo Giovanini
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Prioridades
Dice Mateo 6:33: “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.”
Al comenzar nuestro año, seguramente estamos trazando nuestros planes y metas. Cristo nos dio una guía extraordinaria para saber por dónde comenzar: Buscar su Reino y su justicia.
No hay duda que nuestra prioridad debe ser buscar primero a Cristo, ser lleno del Espíritu Santo, conocer más al Padre para compartir una relación de amor. Pero Su reino implica que Él gobierne absolutamente en nuestra vida. Por lo tanto, es indispensable para que podamos crecer en nuestra vida espiritual que apliquemos todo lo que hemos aprendido hasta aquí. En otras palabras, obedecer a Dios en todo. Realmente buscamos su reino cuando buscamos que Él reine, que Él gobierne todo nuestro ser. Nosotros solo somos súbditos de su reinado. Nuestro corazón debe estar totalmente rendido al Gran Rey.
Si Cristo reina en nosotros, entonces nuestras actitudes cambiarán. Seremos más proactivos, más disciplinados, emprendedores, valientes, decididos, receptivos a nuevas experiencias, dispuestos a vivir en gozo, vencedores de nuestros temores con fe, evitaremos el desaliento, planificaremos nuestra vida, seremos sensible a las necesidades, correremos riesgos, seremos organizados… En fin, todo lo que Dios nos ha estado hablando en estos últimos meses, ahora ¡vamos a ponerlo en práctica!
Después de nuestra relación personal con Dios y su transformación en nosotros, sigue nuestra familia en orden de prioridades. Cómo alimentarlos física, emocional y espiritualmente. Estar atentos a sus necesidades para suplirlas. Brindar todo nuestro amor. Estar dispuestos a servir en todo tiempo. Prestarles la atención que merecen. Trabajar por la seguridad y estabilidad del hogar. Ayudarlos a desarrollar a cada integrante su potencial para que puedan crecer y Dios cumpla sus propósitos en ellos.
Si estás sirviendo al Señor en un ministerio, ¿qué expectativas tienes? ¿Cómo Dios puede usarte más para su gloria? Dios tiene creatividad para darte. Dios quiere que seas efectivo, dando excelencia en tu servicio. Lleno del Espíritu Santo para suplir necesidades en el cuerpo de Cristo.
¿Cómo serás un mejor trabajador? Un hombre de Dios no trabaja simplemente para un jefe terrenal. Todo lo que hace, lo hace como para el Señor Jesús, sabiendo que de Él recibirá la recompensa eterna. Medita en cómo puedes mejorar en tus habilidades, cómo desarrollar tu potencial, cómo afectar a otros positivamente. Dios quiere usarte también en el ámbito laboral para su gloria.
Dios te ha llamado también para afectar a tu comunidad. El hombre de Dios no se queja por la situación política, social y económica sin hacer nada. Dios nos ha llamado a impactar a nuestra comunidad. Comencemos por la oración. Allí es donde Dios empieza a revelarnos los tiempos, las necesidades y las maneras en que nosotros podemos afectar. Dios nos ha puesto como sal y luz del mundo. Hasta los desconocidos deben ser impactados.
Escucha la exhortación del apóstol Pablo: “Mas tú, oh hombre de Dios… sigue la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la mansedumbre. Pelea la buena batalla de la fe, echa mano de la vida eterna, a la cual asimismo fuiste llamado, habiendo hecho la buena profesión delante de muchos testigos.” 1 Timoteo 6:11-12.
¡Echa mano de la vida eterna!
Pablo Giovanini
El cambio requiere trabajo
2 Timoteo 2:3-6 dice “Tú, pues, sufre penalidades como buen soldado de Jesucristo. Ninguno que milita se enreda en los negocios de la vida, a fin de agradar a aquel que lo tomó por soldado. Y también el que lucha como atleta, no es coronado si no lucha legítimamente. El labrador, para participar de los frutos, debe trabajar primero.”
Hombres de Dios, Él nos llama a ser sus soldados. Cuando alguien se incorpora al ejército, va a pasar mucho tiempo de duro entrenamiento fuera de su casa hasta que al fin puede hacer una rápida visita al hogar. Luego otro tanto en los campos asignados. Su vida está entregada al ejército. No puede ser soldado y además un gerente de Banco. No. Debe estar definido. O es soldado o no lo es. 24/7. Totalmente comprometido.
No se puede ser soldado de Cristo por dos horas al día. Imposible. Son las 24 horas completas. Se vive, duerme, come, trabaja, comparte, sirve, siempre para Cristo. Es un compromiso total.
También somos llamados “atletas de Cristo”. El símbolo es importante porque es bien sabido que un atleta debe ser autodisciplinado. No puede comerse un buen asado argentino antes de competir en una maratón. Los entrenamientos diarios son duros, requieren de su máxima entrega, esfuerzo, sudor, constancia. Si llueve hay que seguir entrenando. Para Cristo es igual. Debemos mantener nuestra propia disciplina. El Espíritu Santo nos ayuda con el fruto de la templanza o dominio propio.
No podemos hacernos trampas a la hora de ser autodisciplinados. Debemos luchar legítimamente. ¡Cuántos atletas de los juegos olímpicos han sido despojados de sus medallas porque las pruebas de dopaje dieron positivo! No se puede hacer trampa. Tarde o temprano la verdad sale a luz.
Y por último, Pablo nos llama “labradores de Cristo”, con la idea de que antes de participar del fruto, hay que trabajar duro. No se puede cosechar sin haber sembrado antes. Tampoco se puede esperar un buen fruto si no se ha cultivado, cuidado la tierra y haberla mantenido humedad para el buen crecimiento de la planta. Comer del fruto será resultado de un trabajo previo.
Hombres de Dios, ya estamos en el campo. Dios nos ha dado su semilla y debemos sembrarla. El campo son los que nos rodean. Están desesperados por una Palabra viva que les transforme y que encuentren el propósito de vivir para Cristo.
Soldado, atleta y labrador, Cristo te ha señalado el camino. Y muy pronto los resultados se verán. Espera el tiempo de Dios y mantente unido al que te ha llamado.
Pablo Giovanini
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Críticas constructivas vs. críticas destructivas
¿Qué es lo que dicen de ti? ¿Es verdadero o falso? ¿Cómo tomas tú las críticas de los demás?
Cuando sacamos afuera nuestra hombría decimos que lo que dicen los demás no nos afecta. Pero interiormente puede estar provocando una explosión nuclear.
Lo que dicen los enemigos no lo consideramos. Lo que dicen los desconocidos tratamos de hacer oídos sordos. Lo que dicen nuestros seres queridos puede alentarnos o desanimarnos. Prestamos mucha atención a lo que dicen las personas que más queremos.
Un hombre de Dios sabe distinguir entre una crítica destructiva que viene de personas que solo quieren hacernos daño, y una crítica constructiva que viene de las personas que nos aman y desean lo mejor para nosotros.
La crítica destructiva parece salir del mismo infierno. Tiene el propósito de hacernos sentir mal, culpables, menospreciados… y al fin, destruidos. El diablo tiene muchos emisarios, muchos embajadores infiltrados. ¡Cómo se goza el diablo cuando nos ve que hemos hecho caso a sus ataques!
A las críticas ofensivas negativas que solo buscan destruirnos, hay que dejarlas pasar. Dice Proverbios 19:11: “La cordura del hombre detiene su furor, y su honra es pasar por alto la ofensa.”
Sin embargo, la crítica constructiva es necesaria para formar al hombre de Dios. Haríamos muy bien en tener un corazón dócil y sensible para percibir cuando lo que nos están diciendo tiene el propósito de que lo tomemos como un punto de referencia para seguir siendo transformados.
Dice el Salmo 145:5: “Que el justo me castigue, será un favor, y que me reprenda será un excelente bálsamo que no me herirá la cabeza…”
Cuando la crítica viene de una persona madura y espiritual, debemos reconocerla como positiva y constructiva.
Proverbios 10:17 dice que el “camino a la vida es guardar la instrucción; pero quien desecha la reprensión, yerra”. Cuando nos exhortan debemos ser agradecidos, porque a través de esa reprensión podemos corregir el rumbo y ser perfeccionados.
Santiago 1:19-21 dice: “Por esto, mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse; porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios. Por lo cual, desechando toda inmundicia y abundancia de malicia, recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas.”
Un hombre de Dios sabe escuchar un consejo, una reprensión, una crítica, y permitir que el Espíritu Santo use esa palabra para seguir siendo formado a imagen de Cristo.
Pablo Giovanini
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El fracaso necesario
Un hombre de Dios define las cosas según lo que dice Dios. Hay diferencias de significados entre lo secular y la perspectiva divina. El significado del fracaso para el mundo contemporáneo es aplastante, determinante, definitorio, humillante. Sin embargo, Dios nos quiere enseñar que Él tiene otra forma de entenderlo. Cuando Dios tiene el control de nuestras vidas, lo que parece un fracaso es el paso necesario para prepararnos para el éxito desde la perspectiva de Dios.
Tomemos el caso de Moisés. Para los egipcios era un fracasado. Para los hebreos también. Para Dios no. Él permitió diversas situaciones en su vida para formarlo.
Moisés había sido enseñado en las mejores escuelas de Egipto. Fue llamado hijo de la hija de faraón. Posiblemente un aspirante al trono de Faraón. Nada le faltaba. Tenía lo que quiere Harvard para sus estudiantes, era el prototipo que se encamina hacia el éxito. Sin embargo, un día supo que su verdadero pueblo era el esclavo y todo cambió para siempre.
Cuando Moisés tuvo unos 40 años y entendió que él mismo pertenecía al pueblo de Israel, trató de actuar a su manera y le salió mal, muy mal. Preste atención a la historia en Éxodo 2:11-15: “En aquellos días sucedió que crecido ya Moisés, salió a sus hermanos, y los vio en sus duras tareas, y observó a un egipcio que golpeaba a uno de los hebreos, sus hermanos. Entonces miró a todas partes, y viendo que no parecía nadie, mató al egipcio y lo escondió en la arena. Al día siguiente salió y vio a dos hebreos que reñían; entonces dijo al que maltrataba al otro: ¿Por qué golpeas a tu prójimo? Y él respondió: ¿Quién te ha puesto a ti por príncipe y juez sobre nosotros? ¿Piensas matarme como mataste al egipcio? Entonces Moisés tuvo miedo, y dijo: Ciertamente esto ha sido descubierto. 15Oyendo Faraón acerca de este hecho, procuró matar a Moisés; pero Moisés huyó de delante de Faraón, y habitó en la tierra de Madián.”
Póngase en lugar de Moisés y piense lo que él hubiera pensado: ¿Por qué Dios no me ayudó si yo lo único que quería era ayudar a Su pueblo? ¿Cómo es que de las cosas buenas nadie se entera, pero hago algo mal y todo el mundo lo sabe? ¿Para qué Dios permitió que me preparara en el palacio del faraón si ahora no me sirve para nada? ¿Qué voy a hacer ahora, no puedo volver al palacio porque me matarían, no puedo ir al pueblo hebreo porque no hay seguridad? Así es que Moisés no tuvo otra salida que huir.
Desde los cielos, ese gran fracaso fue el primer día de la preparación ministerial de Moisés. Tuvo que renunciar a todo para comenzar de nuevo, ¡a los cuarenta años!
Hebreos 11:27: “Por la fe (Moisés) dejó a Egipto, no temiendo la ira del rey; porque se sostuvo como viendo al Invisible.”
El primer paso del fracaso al éxito es tener a Dios como el único Sostén de nuestra vida. Es Invisible, pero ahí está, su Presencia está con nosotros en todo tiempo y en todo lugar. Ya no dependo de mis estrategias, mis formas, mis maneras, mis artimañas, ahora dependo del Invisible y su guía para mi vida. Esto requiere ni más ni menos que lo esencial: fe. Dejar de lado la comodidad, el confort, el placer, las riquezas, los títulos, y lanzarse a la aventura de la fe.
Dios se tomó su tiempo para formarlo, ¡otros cuarenta años! Solo espero que no se tarde tanto con nosotros… Estoy convencido que cuanto más dóciles seamos, más rápido Dios completa su proceso. Cuanto menos cosas debemos abandonar, más fácil se nos hará la entrega. El secreto es darle todo a Dios y esperar en Él sabiendo que sus tiempos son perfectos. Mientras tanto, recuerda que Dios te conoce, y tiene lo que necesitas para saber esperar con paciencia, expectativa, y haciendo tu parte con responsabilidad.
Dios tenía una nueva etapa para Moisés por otros cuarenta años. ¡De hecho fueron los mejores años de su vida! Llevó a Israel de Egipto a las puertas de la tierra prometida.
¿Te sientes hoy fracasado? ¿Tienes proyectos estancados que no avanzan? ¿Parece que todo te sale mal? ¿Las respuestas no vienen y todavía hay que esperar? Dios tiene las respuestas en su tiempo. Está formándote para usarte en una próxima etapa de éxito, pero desde su perspectiva. Dios cambia los fracasos en victorias desde el mismo momento en que comienzas a sostenerte viendo al Invisible.
Pablo Giovanini
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El verdadero ayuno
Cuando un hombre de Dios está necesitando una respuesta del Cielo, muchas veces tendrá que dejar muchas cosas de lado por escuchar y concentrarse en la voz del Señor, incluyendo la comida. En palabras bíblicas, es el principio del ayuno.
Según el diccionario bíblico, ayunar es “un ejercicio espiritual en el que un individuo o una comunidad se abstienen de comida”.
En el Antiguo Testamento encontramos que el pueblo de Dios muchas veces hacia ayunos en el año. Cuando pasaban por duelos, lutos, tristeza profunda, más allá del hecho de que estas situaciones no nos dan deseos de comer, lo hacían para expresar lo que sentían y tomar tiempo para tener fuerzas y consuelo en Dios (Jue 20:26; 1 S 31:13; 2 S 1:12; 12:16–23).
Otras veces cuando expresaban un sincero arrepentimiento por haber pecado contra Dios, humillación y penitencia lo expresaban también con ayunos (1 S 7:6; 1 R 21:9–27: Jer 14:12; Jon 3:5; Esd 8:23; Neh 9:1; 2 Cr 20:3; Jl 1:14; 2:12; 2:15; Dn 9:3; Sal 35:13; 69:10; 109:24). Cabe mencionar que esto era antes del sacrificio de Cristo, porque ahora lo único que Dios demanda para ser perdonados es sincero arrepentimiento de corazon y fe en Su obra.
Cuando tomaban un tiempo especial para buscar a Dios por una respuesta específica, dejaban de lado la comida para enfocarse en la respuesta. Lo vemos en el caso de la reina Ester pidiéndole a su pueblo que ayunara para hallar gracia (Est 4:3).
Dios le mandó a todo el pueblo de Israel a ayunar en el día de expiación. Incluso este día pasó a llamarse el “día del ayuno” (Jer 36:6; Hch. 27:9). Los días de ayuno comenzaron a ser más frecuentes y en Zac 8:19 vemos que ayunaban cuatro veces al año para recordar cómo Dios había liberado al pueblo de eventuales desastres.
Los judíos más religiosos ayunaban hasta dos veces por día, actos que habían nacido en la necesidad de estar en la presencia de Dios, y que al fin terminaron transformándose en manifestaciones meramente externas de piedad pero sin la motivación correcta. Isaías habla específicamente en el capítulo 58 contra las personas que le demandaban a Dios que hiciera lo que ellos querían porque habían ayunado. Aquí Dios les dice que también deberían incluir en la disposición de su corazón las acciones de justicia social, ayuda al pobre, hacer lo correcto frente a las necesidades de los hermanos.
Muchas veces el ayuno no era programado. Cuando de pronto aparecía la necesidad, inmediatamente comenzaban a ayunar. Es el caso de Nínive al escuchar la advertencia de Jonás que en cuarenta días Dios les iba a destruir (Jonás 3:5-9).
En el Nuevo Testamento encontramos que muchas personas, como Ana, hacían constantemente ayunos y oraciones (Lc 2:37) sirviendo en el templo. Los discípulos de Juan el Bautista ayunaban (Mc 2:18). Jesucristo ayunó (por lo menos se menciona una vez) cuarenta días y cuarenta noches antes de la tentación (Mt 3:2). También el centurión romano Cornelio ayunaba (Hch 10:30), en Antioquía ayunaban (Hch 13:2–3), los apóstoles ayunaban (Hch 14:23).
El Señor Jesús enseñó que cuando se ayune, se recuerde que el enfoque debe ser Dios y no las apariencias (Mt 6:16–18). No debemos ayunar para ser vistos y reconocidos como súper espirituales, sino para buscar el rostro de Dios y esperar sus respuestas, porque “cuando el esposo sea quitado, entonces ayunarán”.
En cuanto al tiempo de ayuno, no hay una regla determinante para hacerlo. Encontramos en la Biblia que a veces se hacía durante el día hasta el anochecer, otras veces tres, siete, veintiún días, y hasta cuarenta días.
¿Qué se dejaba de comer en un ayuno? ¡Todo! No se menciona la Biblias que habían ayunos con pan, o con café, o con un sandwichito. Ni siquiera el caso de Daniel cuando por diez días comía legumbres es considerado un ayuno. Esto fue solo abstinencia a alimentos consagrados a los ídolos (incluso si había legumbres consagradas a la idolatría tampoco las hubieran comido). Si alguien tiene problemas físicos por ayunar, debe consultar a su médico para que le aconseje lo que es prudente para su cuerpo.
Tampoco la Biblia habla de ayunos de TV, ayunos de playstation, ayunos de ir al gimnasio… Esto más bien tiene que ver con entrega al Espíritu Santo para tener dominio propio, templanza, y saber utilizar los recursos que tenemos para la gloria de Dios.
Mucho menos hablar de ayunos de fornicación, de pornografía, de mentiras, de robos, de alcohol, de tabaco… Dios no quiere que ayunemos de estas cosas. ¡Dios quiere que matemos de hambre a la carne! Definitivamente para no pecar contra Dios y vivir en santidad. La santidad no es un ayuno, no es mera abstinencia. Es un estilo de vida que un verdadero cristiano disfruta por vivir en Su presencia.
El ayuno debe estar acompañado siempre con oración. De nada sirve hacer un ayuno de cuarenta días si no he pasado tiempo en oración. De hecho, es más importante la oración que el ayuno. Porque el ayuno ayuda o acompaña a la oración para que la búsqueda sea más intensa, con mayor enfoque, con mayor constancia, con mayor recuerdo permanente del propósito por el cual lo estoy haciendo.
El ayuno no es un sacrificio para tocarle el corazón a Dios. ¡Dios no necesita nuestros ayunos! Somos nosotros los que lo necesitamos. Dios siempre está dispuesto a escucharnos, respondernos y mostrarse como Padre todopoderoso. Como un predicador me enseño alguna vez: “No ayunamos para moverle el brazo a Dios, sino que cuando ayunamos, vamos a entender cómo quiere moverse Su brazo”.
Busca sinceramente el rostro de Dios. Espera en su presencia las respuestas. Los recursos vienen de Él. Si tienes que dejar la comida para buscarlo, entonces tienes un motivo para ayunar hasta ver la respuesta divina.
Pablo Giovanini
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Prioridades
Dice Mateo 6:33: “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.”
Al comenzar nuestro año, seguramente estamos trazando nuestros planes y metas. Cristo nos dio una guía extraordinaria para saber por dónde comenzar: Buscar su Reino y su justicia.
No hay duda que nuestra prioridad debe ser buscar primero a Cristo, ser lleno del Espíritu Santo, conocer más al Padre para compartir una relación de amor. Pero Su reino implica que Él gobierne absolutamente en nuestra vida. Por lo tanto, es indispensable para que podamos crecer en nuestra vida espiritual que apliquemos todo lo que hemos aprendido hasta aquí. En otras palabras, obedecer a Dios en todo. Realmente buscamos su reino cuando buscamos que Él reine, que Él gobierne todo nuestro ser. Nosotros solo somos súbditos de su reinado. Nuestro corazón debe estar totalmente rendido al Gran Rey.
Si Cristo reina en nosotros, entonces nuestras actitudes cambiarán. Seremos más proactivos, más disciplinados, emprendedores, valientes, decididos, receptivos a nuevas experiencias, dispuestos a vivir en gozo, vencedores de nuestros temores con fe, evitaremos el desaliento, planificaremos nuestra vida, seremos sensible a las necesidades, correremos riesgos, seremos organizados… En fin, todo lo que Dios nos ha estado hablando en estos últimos meses, ahora ¡vamos a ponerlo en práctica!
Después de nuestra relación personal con Dios y su transformación en nosotros, sigue nuestra familia en orden de prioridades. Cómo alimentarlos física, emocional y espiritualmente. Estar atentos a sus necesidades para suplirlas. Brindar todo nuestro amor. Estar dispuestos a servir en todo tiempo. Prestarles la atención que merecen. Trabajar por la seguridad y estabilidad del hogar. Ayudarlos a desarrollar a cada integrante su potencial para que puedan crecer y Dios cumpla sus propósitos en ellos.
Si estás sirviendo al Señor en un ministerio, ¿qué expectativas tienes? ¿Cómo Dios puede usarte más para su gloria? Dios tiene creatividad para darte. Dios quiere que seas efectivo, dando excelencia en tu servicio. Lleno del Espíritu Santo para suplir necesidades en el cuerpo de Cristo.
¿Cómo serás un mejor trabajador? Un hombre de Dios no trabaja simplemente para un jefe terrenal. Todo lo que hace, lo hace como para el Señor Jesús, sabiendo que de Él recibirá la recompensa eterna. Medita en cómo puedes mejorar en tus habilidades, cómo desarrollar tu potencial, cómo afectar a otros positivamente. Dios quiere usarte también en el ámbito laboral para su gloria.
Dios te ha llamado también para afectar a tu comunidad. El hombre de Dios no se queja por la situación política, social y económica sin hacer nada. Dios nos ha llamado a impactar a nuestra comunidad. Comencemos por la oración. Allí es donde Dios empieza a revelarnos los tiempos, las necesidades y las maneras en que nosotros podemos afectar. Dios nos ha puesto como sal y luz del mundo. Hasta los desconocidos deben ser impactados.
Escucha la exhortación del apóstol Pablo: “Mas tú, oh hombre de Dios… sigue la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la mansedumbre. Pelea la buena batalla de la fe, echa mano de la vida eterna, a la cual asimismo fuiste llamado, habiendo hecho la buena profesión delante de muchos testigos.” 1 Timoteo 6:11-12.
¡Echa mano de la vida eterna!
Pablo Giovanini